domingo, 4 de enero de 2009

El naufrajio y la tarde (segunda parte)

Al día siguiente Mosby se levantó como solo saben hacerlo los hombres deseosos de comenzar un nuevo día. Por primera vez apreció los hermosos detalles que vivían en el papel tapiz de su cuarto, en la madera de su closet, en la suave alfombra, en el marco de la ventana. Era un nuevo día, su primer día de vida, ¿Podía pedir algo mejor?

Pacientemente esperó a que Cecilia llegara a levantarlo, pero se necesita entrenamiento para aguantar una hora. El viejo Mosby llamó a las enfermeras en busca de una explicación. Patricia (Una de las más antiguas enferemeras del acilo) llegó apresuradamente a la habitación del anciano. Se le veía una expresión de temor en su rostro, despues de todo era bien sabido que Mosby, uno de los ancianos más cascarrabias que alguna vez conoció el acilo "Nuevo Eden", no le hablariá a una enfermera si no era para morirse enfrente de ella y escupirle sangre en la cara como despedida.

-...Patricia... ¿sierto?- Preguntó el señor Mosby, esperando verdaderamente una respuesta, por que a pesar de estar en ese reclusorio 4 años, jamás le interesó memorizar el nombre de la enfermera. Patricia acintió con la cabeza.
-Disculpa ¿Donde está Cecilia?-
-Cecilia se reportó enferma en la mañana-
-¿Que es lo que tiene?-
-No me lo han dicho, tan solo me dijeron que lo atendiera mientras ella se repone-
¿Que importancia había que Patrcia estuviese allí? Probablemente sería por un breve lapso de tiempo y despues llegaría Cecilia a cuidarlo nuevamente. Pero Cecilia no regresó al siguiente día, ni al siguiente del siguiente. En su cabeza se comenzarón a formar telarañas de posibilidades despues de la tercera vez que la esperó. "Probablemente tenía algo grave" le preocupaba por un lado; "o sería que se había cansado del viejo señor Mosby" le enfurecía. Cecilia era tan hermosa, él ya era un anciano sin dientes, no había posibilidades de cualquier modo. El señor Mosby recordó, al sexto día, que él había comenzado a vivir. Cecilia era solo una joven con tanto que vivir y madurar. El señor Mosby era demasiado viejo para esperarla de cualquier modo.

Al día siguiente se sintió nuevamente rejuvenecido. Le pidió a Patricia que le abriera las ventanas y se les quedó mirando una media hora con una enorme felicidad. En esos momentos (en los que se desprendió de la presencia de la imponente vida natural) le vinieron a la mente recuerdos fugaces, que jamás había contemplado. El señor Mosby fue alguna vez marinero, había sido pescador en sus inicios y mensajero posteriormente. Recoró un cielo tan hermoso, lleno de colores, que jamás había amado tan ardientemente como lo estaba haciendo en el momento en que lo levantaban de su cama y lo sentaban en la silla de ruedas. El día en que vió aquel cielo pescaron un demonio rojo junto con los atunes y camarones de las redes; los demonios rojos eran tan atípicos en esos días que al siguiente día todos los pescadores excepto él y Wiliam (un amigo suyo) renunciaron llegando a tierra. Al siguiente día solo el señor Mosby, Wiliam y el capitan, hecharon las redes, era indispensable la buena pesca por que la compañía estaba al borde de la bancarrota. Mientras estaban las redes en el agua el señor Mosby le asignaron la tarea de limpiar la cubierta. Wiliam, en cambio, tenía que vijilar las redes. Se escuchó un grito al cabo de una hora. Mosby y el capitán corrieron a toda prisa hacia la fuente del grito. En ese momento un enorme diablo rojo arrastraba a Wiliam al mar. Era tan grande que no le había costado mucho trabajo saltar a la proa y extender sus enormes tentaculos para secuestrar a Wiliam. El calamar regresó a las profundidades con el hombre entre sus tentaculos y lo engulló en el abismo quizás durante toda la eternidad.

Es un recuerdo triste pero estoy vivo. Pensaba el señor Mosby. Más tarde, de haber vivido aquella experiencia, descubrió en un libro, que los demonios rojos solo atacan a pescadores en el Oceano Pacífico y que lo hacen de noche.

Mosby tenía aún más historias para contarle a sus nietos, si tan solo los viera. Historias como el pez prehistorico que sabía a tierra (al que llamaban celacanto), las sierenas del mar Mediterraneo, las brujas de México. Historias tan asombrosas como el capitan Mosby. Patricia lo sacó al día tan hermoso que iluminaba sobre sus cabezas. El señor Mosby le contó algunas historias y Patricia olvidó los recentimiento que le tenía, parecía haber entendido que ya era un hombre nuevo. El señor Mosby se sintió agusto, por que en aquellos días en que Cecilia no estaba había hecho amistad con casi todo el acilo.
-Cecilia se tomó unas vacaciones- le reveló Patricia al anciano -Me lo dijo como secreto hace poco-
-No se si valla a regresar, ella estaba muy cansada de este lugar-
-Pero Cecilia parese muy buena persona y parecía amar su trabajo ¿Entonces por que diría eso?- Le preguntó el señor Mosby por que no podía creerlo
-Así son las personas, crees conocerles pero es imposible hacerlo- La gente inventó los secretos precisamente por que no quería que nadie los conociera, la distorción de la realidad es una ley inmutable. Cecilia era una persona despues de todo.

A la mañana siguiente regresó Cecilia, tenía una sonrrisa egoísta en su rostro.

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